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lunes, 28 de julio de 2008

Pueblo de Dios, "Vocación con aroma a café"

“Podrán sacar al jíbaro del campo, pero no al campo del jíbaro”, con esta frase en la que cita un comentario que le hiciera Fray Alberto Figueroa (Ex - Viceprovincial de la Orden de Hermanos Menores Capuchinos en Puerto Rico), Fray José Fernando Irizarry Santana (Ahora Consejero Vice- Provincial) nos comparte una característica propia de su personalidad. “Ser jíbaro es mi identidad. Soy puertorriqueño, jíbaro, campesino, católico, capuchino”, añade con una amplia sonrisa.

Fray Fernando, como generalmente es llamado, nace un 12 de noviembre de 1973 en el seno de una familia campesina y católica del pueblo de Adjuntas. Es el menor de cuatro hermanos: dos varones y dos hembras. Sus estudios primarios y secundarios los realiza en su pueblo natal, donde también junto a su padre, don Marcos, aprende a amar y a trabajar la tierra, especialmente en el cultivo de café. “Trabajar la tierra, para mí es un privilegio”, nos asegura. Para Fray Fernando el trabajo es una bendición, le gusta estar ocupado, invertir sus energías en actividades útiles y productivas.

¿Qué cosas disfruta fray Fernando? “Hay tres cosas que disfruto mucho: el contacto con la naturaleza, compartir con las personas que quiero y conozco y tomar tiempo para mí solo; para estar conmigo mismo.” ¿Podrías hablarnos de tu vocación? ¿Cómo defines la vocación? “La vocación es un diálogo”, nos responde mirándonos fijamente a los ojos y provocando en nosotros gran interés de que nos abunde. “Es un diálogo personal, íntimo, que continuamente voy teniendo con mi creador.” Aunque tradicionalmente la vocación se define como “llamada”, Fray Fernando nos comenta: “Dios llama, pero no tomamos conciencia de la vocación hasta que no comienza ese diálogo.” ¿Pasamos todos por “ese diálogo” ? “Sí, porque lo inicia Dios cuando nos ha creado a Su imagen y semejanza.” ¿Cómo descubriste tu vocación? “La vocación no es algo que llega en un momento particular y ya. Tampoco es una imposición arbitraria de Dios... Sino que es producto de un proceso de discernimiento que se va dando durante el desarrollo de la persona en la medida que se va tomando conciencia de uno mismo y de los demás; cuando uno va viendo la realidad de la sociedad y va conociendo las necesidades del mundo y de la Iglesia. La vocación es dinámica y continua.”

Este sacerdote, quien desde su etapa de formación hasta el presente lleva unos catorce años en la Orden, reconoce que durante este tiempo han sido innumerables las experiencias vividas que han influenciado en su personalidad. Le cuestionamos sobre qué ha sido lo más difícil de vivir en su vocación a lo que respondió: “Al principio de mi proceso de formación fue el estar lejos de mi familia y estar dentro de una estructura, no tanto en lo físico sino en lo que respecta a estar regido por un itinerario y horario específico.” ¿Y hoy en día? “Todavía esto de los horarios, y dentro de la convivencia fraterna el tener que asumir funciones propias de mi posición de superior de la fraternidad sobre hermanos con diferentes puntos de vista, y en algunos casos hasta mayores que yo en edad.”

Para nuestro amigo, según nos comenta, es mucho más lo bueno y las experiencias gratificantes. Ejemplo de ello es el enriquecimiento personal que ha ido experimentando gracias al contacto con la gente, el amor que recibe y que puede brindar desde su vocación. “Algo sumamente gratificante para mí ha sido: descubrir que puedo vivir el don de la paternidad desde mi realidad como religioso sin la necesidad de tener mis propios hijos biológicos.” “Poder acompañar espiritualmente a una persona en su proceso de vida, en muchas ocasiones en las que me ven como a un padre, me llena de muchas satisfacciones.”

¿Existe algún personaje bíblico con el cual te identificas? “Hay un personaje bíblico con el que desde niño me he identificado; y es con San Pedro: ¡ que abre la boca y mete la pata!” “El es bueno y espontáneo; lo que siente se lo dice a Jesús tal cual, porque es genuino. Yo, a veces, me encuentro que soy así.” “San Pedro quedó fascinado con la figura de Jesús y lo siguió, porque lo que verdaderamente le movió fue el auténtico amor.”

Precisamente, el auténtico amor motiva a fray Fernando a vivir en comunidad, a encontrarse con sus hermanos capuchinos y compartir con ellos la vida. ¿Qué hacen juntos? “Oramos juntos, por supuesto; comemos juntos. Muchas veces nos recreamos juntos ya sea dentro o fuera de la fraternidad y compartimos algunos trabajos también.” Actualmente, él ocupa el puesto de “guardián” en la Fraternidad Santa Teresita del Niño Jesús; es decir, el superior de la casa en los asuntos administrativos.

Este incansable obrero de la viña del Señor también está a cargo de la primera etapa de formación dentro de la Orden, conocida como: Postulantado. Dentro de las funciones propias de su ministerio sacerdotal brinda colaboración en la Parroquia Santos Ángeles Custodios en Yabucoa. También ofrece los jueves un curso bíblico en Ponce. Y brinda acompañamiento en el proceso educativo y espiritual de los profesores y estudiantes del Colegio Santa Teresita del Niño Jesús en esta misma ciudad.

Algunos de sus planes futuros son prepararse para el próximo Capítulo General de la Orden a realizarse en el mes de febrero de 2008. Y presentar algunas propuestas para la Pastoral Juvenil de Ponce. Ante los posibles “cambios” que genere el Capítulo, nos asegura con mucha tranquilidad: “Pueden suceder. Yo siempre estoy disponible para colaborar en todas las necesidades que surjan, para ir allí donde el Señor me llame.”

Así es nuestro gran amigo, Fray Fernando: servicial, humilde, auténtico; un hijo de esta tierra, que deseó ser agricultor para dedicarse a sembrarla como su padre. Pero que con genuino amor, al igual que San Pedro, quien dejó sus “redes”, quedó fascinado por la figura de Jesús, y dejando “pico y azada” le siguió, para ser sembrador de la Buena Nueva en el corazón del Santo Pueblo de Dios.

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