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En estos tiempos, como todos sabemos, la economía está crítica, tanto a nivel local como mundial. Somos muchos los que nos preocupamos del alcance que tendrá en nuestras vidas. ¿Cuándo nos afectará? O bien, ¿hasta cuándo?
A veces gastamos largos periodos de tiempo anhelando tener esto o aquello; ser de tal o cual manera... Y esta ambición de poseer cada vez más, ciertamente nos esclaviza y nos ciega. Sencillamente, ignoramos lo que está a nuestro alcance y llegamos hasta despreciarlo.
Hace poco, como parte de nuestras reflexiones de cuaresma, leímos una frase que leía: "No te apegues a nada que se interponga a la libertad de tu espíritu". Esto nos impresionó, y provocó que volviéramos a poner los pies en la tierra. Entonces hicimos un ejercicio juntos. Cada uno enumeró en voz alta aquello que poseía, esas bendiciones que había adquirido y recibido de la mano de Dios. Nos resultó divertido, pero también muy serio y profundo. Reconocimos desde tener nuestras mascotas, pasando por los aspectos básicos de techo, comida, trabajo...; hasta exaltar la importancia de ser parte de la Iglesia que Cristo mismo fundó y tener la oportunidad de comulgar su Cuerpo y su Sangre.
Y usted, hermano y hermana que nos lee, ¿qué cosas importantes posee en su vida? ¿Les está dando la importancia y el cuidado que merecen? Al enumerar lo que necesita y lo que ya posee, se dará cuenta que sus bendiciones superan sus supuestas carencias. Bendigamos al Señor por lo que nos ha dado y lo que no. Y pongamos en sus benditas manos las que entendemos son nuestras necesidades, y dejemos que El en su infinita sabiduría nos bendiga.
A veces gastamos largos periodos de tiempo anhelando tener esto o aquello; ser de tal o cual manera... Y esta ambición de poseer cada vez más, ciertamente nos esclaviza y nos ciega. Sencillamente, ignoramos lo que está a nuestro alcance y llegamos hasta despreciarlo.
Hace poco, como parte de nuestras reflexiones de cuaresma, leímos una frase que leía: "No te apegues a nada que se interponga a la libertad de tu espíritu". Esto nos impresionó, y provocó que volviéramos a poner los pies en la tierra. Entonces hicimos un ejercicio juntos. Cada uno enumeró en voz alta aquello que poseía, esas bendiciones que había adquirido y recibido de la mano de Dios. Nos resultó divertido, pero también muy serio y profundo. Reconocimos desde tener nuestras mascotas, pasando por los aspectos básicos de techo, comida, trabajo...; hasta exaltar la importancia de ser parte de la Iglesia que Cristo mismo fundó y tener la oportunidad de comulgar su Cuerpo y su Sangre.
Y usted, hermano y hermana que nos lee, ¿qué cosas importantes posee en su vida? ¿Les está dando la importancia y el cuidado que merecen? Al enumerar lo que necesita y lo que ya posee, se dará cuenta que sus bendiciones superan sus supuestas carencias. Bendigamos al Señor por lo que nos ha dado y lo que no. Y pongamos en sus benditas manos las que entendemos son nuestras necesidades, y dejemos que El en su infinita sabiduría nos bendiga.